Seguridad, fidelidad y reputación. Al menos sobre esas tres cosas deberían estar reflexionando las firmas de abogados de buena parte del mundo.
Si bien todavía no se sabe cómo se filtró la información en el caso conocido como Panamá Papers, las opciones son presumible y básicamente dos: una intrusión informática o una operación interna.
En general, los sistemas de seguridad informática de las firmas de abogados son prácticamente inexistentes. Se compran máquinas, se encienden y se las empieza a usar sin más.
Si estamos además (o en cambio) ante lo que comúnmente se conoce como el accionar de un empleado “infiel”, habría que bucear entre las motivaciones que una persona tiene para boicotear a sus empleadores.
¿Malos tratos? ¿Salarios deprimidos? ¿Falta de motivación? ¿Ausencia de controles actitudinales? ¿Incorporación anárquica de personal? ¿Acceso irrestricto a información sensible? ¿Necesidad de contar?
Cualquiera de esas motivaciones suelen ser fácilmente reconocibles en cualquier ámbito de trabajo, incluyendo un estudio jurídico.
Ante un caso como el de Mossack Fonseca, la rápida conformación de un comité de crisis es algo que sugieren todos los manuales. La dimensión planetaria de la noticia, los nombres involucrados y el manto de sospechas que cae sobre ellos haría que, en el mejor de los casos, su accionar logre gestionar el suceso e intentar limitar el enorme daño ya provocado.
En este momento, cuarenta años de trabajo de una firma de abogados se diluyen bajo un soplido. La confianza que sus clientes depositaron en ellos, se desdibuja.
Difícilmente alguien les esté encargando hoy un nuevo trabajo. Deberán remar durante mucho tiempo y contracorriente para recuperar las posiciones que hayan retrocedido.
Por Por Ariel Neuman - Director de Artículo Uno
Comunicación y Marketing Jurídico -